miércoles, 5 de mayo de 2021

Creando una aventura de texto V: puzzles

En este quinto artículo de la serie me explayaré sobre un tema central de las aventuras: los llamados puzzles.

¿Por qué incluir puzzles en una aventura?

Es enteramente posible plantearse una aventura como una experiencia literaria pura: recorrer localidades e ir teniendo interacciones simples como observar lo que nos rodea, leyendo el texto generado. Ejemplos de este tipo de relatos serían una visita a un museo o bien un recorrido por el campo o algún paisaje urbano.

En cuanto a ejercicio creativo, semejante relato sería diferente a una lectura normal ("ir pasando páginas") con el añadido que no habría necesariamente una secuencia prefijada en el orden de visita o recorrido de las diferentes localidades del mapa; lo mismo ocurrirá con los objetos que estén al paso del jugador.

¿Sería esta una aventura de texto? Desde el punto de vista de la implementación, ciertamente que sí y tendría consideraciones de estilo no menores para mantener coherencia narrativa, para no hablar del interés del jugador.

Sin embargo, el verdadero aporte de la aventura a la experiencia literaria "tradicional" es precisamente involucrar al jugador como un personaje crucial de la historia narrada, planteándole en múltiples ocasiones desafíos que tendrá que resolver para que avance la narración.

Así, en el sentido estricto, la aventura supondrá un puzzle cada vez que en la historia se requieran acciones de parte del jugador para que se desarrollen los acontecimientos, particularmente si esas acciones son no triviales e implican algo más que el mero desplazamiento (sin obstáculos) por localidades.

El eterno problema del equilibrio

En mi caso, llegados a este punto ya tengo todos los elementos necesarios para identificar los puzzles así como su lugar en la secuencia (de las posibles) en la historia a relatar, pues tengo razonablemente detallados:

  • En qué localidad o localidades ocurren
  • Los objetos involucrados
  • Los personajes participantes
  • Las acciones que se requieren del jugador (y en qué orden)

Sin embargo, hay un elemento absolutamente crítico para la experiencia y (uno espera...) disfrute del jugador y es la dificultad.

Por ejemplo, si pongo al jugador en una habitación en llamas y la única salida a la vista es una ventana, el puzzle o problema a resolver sería cómo salir por la ventana...

...a no ser que haya otra manera de escapar de las llamas y el jugador tenga información al respecto o pueda adquirirla a tiempo para darse cuenta.

Esta es precisamente la medida habitual de qué tan "justo" estoy siendo con el jugador al plantearle un problema. Si, habiendo "llegado" al momento narrativo en que necesita resolver el puzzle para continuar con la historia, el jugador ya adquirió o experimentó todo lo necesario (tiene los objetos y/o los personajes requeridos lo acompañan o le dieron información) para poder resolver la situación o bien la solución está frente a sus ojos (en el ejemplo: hay una escalera apoyada para subirse hasta la ventana) entonces, sí, he sido justo con el jugador.

La dificultad (para el autor, que no del puzzle) estriba precisamente en lo interactivo del relato y si, en efecto, he dispuesto las cosas para que siempre, el jugador tenga lo necesario para salir adelante y esto sea así en todas las variantes narrativas en las que se llega a la situación en la que se plantea el puzzle.

En mi caso, si no he sido negligente en mi trabajo hasta el momento, es simple el saber si están o no dadas las condiciones para esa resolución; es relativamente simple, sin embargo, toda vez que, si la historia es muy compleja y está llena de vueltas y revueltas de la trama, es perfectamente posible que yo haya pasado algo por alto y haya dejado al jugador en un figurativo callejón sin salida.

¿Misión imposible?

Si se revisa la literatura teórica sobre creación de aventuras, en algunos casos el planteamiento de la dificultad de los puzzles es considerado una decisión de estilo del autor, es decir, que el permitir o no que el jugador se atasque esté previsto por el autor, incluyendo variantes en las que se diseña la aventura para que:

  • El jugador no pueda atascarse nunca
  • El jugador pueda atascarse, pero pueda retroceder a una situación en que puede reintentar resolver el problema
  • El jugador pueda atascarse y no pueda retroceder, aunque entonces sea inmediatamente evidente que debe volver a comenzar (ejemplo: el jugador está muerto)
  • El jugador pueda atascarse, no pueda retroceder y nunca será evidente que debe volver a comenzar

Dicho esto, a la fecha creo haber publicado aventuras razonablemente justas para con el jugador y pretendo seguir haciéndolo.

Es enteramente atendible que inducir algo de frustración en el jugador es parte de lo que genera interés en seguir adelante con la aventura... pero sólo hasta un cierto punto. Yo estimo que al jugador no hay que joderle (bastante tenemos con la vida real, gracias) pero puedo entender que otros autores piensen distinto a mí y que por cierto haya jugadores que gusten de aventuras con un grado de frustración o desafío mayor que las que yo hago.

Notar que ciertamente la dificultad de un puzzle está en directa relación con la sensación de satisfacción del jugador al lograr resolverlo, pero en qué punto entramos en el sadismo o masoquismo de parte del autor y/o del jugador es algo que escapa a mi propósito al escribir esta serie.

Finalizamos aquí este artículo dedicado a los puzzles de una aventura. En el siguiente y último post de esta serie abordaremos los elementos que redondean la creación de la aventura, incluyendo uno muy caro a quien esto escribe: la literatura.

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