jueves, 9 de abril de 2009

Cánticos de la lejana Tierra

En esta ocasión comentaré la novela "Cánticos de la lejana Tierra" (The Songs of Distant Earth) del célebre autor Arthur C. Clarke.

En un futuro no muy distante, la humanidad descubre que el sol tiene los siglos contados, por lo que comienzan grandes trabajos para garantizar nuestra supervivencia: inicialmente, mediante panespermia dirigida con naves "sembradoras" de vida terrestre (humana, animal y vegetal) y luego, con una tecnología de viaje apenas sub lumínica, utilizando una enorme nave con tripulación y pasajeros en crio suspensión: la Magallanes.

Esta arca detiene su viaje para hacer reparaciones en el mundo oceánico de Thalassa: uno de los mundos sembrados, del que se habían dejado de recibir transmisiones mucho antes de iniciada la misión de la Magallanes. Tanto thalassanos como los terrestres (miembros selectos de la tripulación, "despertados" prematuramente) están sorprendidos, pues no esperaban saber jamás los unos de los otros... ni tenían mayores esperanzas de su mutua sobrevivencia, separados por océanos de tiempo, espacio... y silencio.

El encuentro es feliz, por cierto... y cauto. Tanto la tripulación de la Magallanes como los colonos de Thalassa están conscientes de su mutua fragilidad e importancia, y ninguna parte desea dañar a la otra; los thalassanos quieren ayudar a los terrestres a reconstruir su escudo de partículas (con hielo, a partir de agua que no les falta), mientras que los sobrevivientes terrestres desean ayudarles con tecnología, arte, literatura, conocimientos científicos... riquísimo legado de un planeta incinerado hace ya siglos, con el riesgo inherente de todo choque cultural: dañar una cultura en formación, inhibiendo o acelerando su propio desarrollo.

Todo esto no es más que el telón de fondo de una novela riquísima en personajes de múltiples matices: los thalassanos, creados artificialmente desde cero con una sociedad más sana, plácida y bastante menos maliciosa o ambiciosa que la de los terráqueos, los que a su vez son gente de mayor empuje e iniciativa pero que (en la visión del autor) acarrean muchos complejos de supervivencia, herederos de una cultura mucho más supersticiosa, desgarrada por las guerras religiosas y las cicatrices de ser los testigos de la muerte infernal de la Tierra: un apocalípsis cósmico, apenas referido en los recuerdos (misericordiosamente breves) de los tripulantes de la Magallanes.

Y sin embargo, el encuentro se produce y ambas culturas se acercan, enriqueciéndose mutuamente, de maneras hermosas y terribles, como la vida misma.

Es una novela llena de alegría y nostalgia, triunfo y derrota, esperanza y desesperación... como la vida misma. Lectura sumamente recomendable para los que aun creen que empezar de cero es posible y para los que ya saben que somos y seremos los mismos en todo tiempo y lugar... hasta que, por fuerza de voluntad y trabajo duro, decidamos dejar de serlo.

Mis perdones por el tono melancólico. Este post es escrito en Jueves Santo: el cenit de una Semana Santa que para algunos se hace corta, pero para los católicos se nos hace muy larga, muy hermosa y terrible.

Como la vida misma.