Continuando con esto de las reseñas de ensayos y habiendo comentado ya un libro al uso sobre ficción interactiva, corresponde ahora hacer una reseña de ensayo sobre literatura "tradicional". Puestos a ello, qué mejor que hacerlo sobre la ficción literaria de horror, tema frecuente en este blog y comentado no pocas veces desde sus inicios.
Es esto del horror un tema tan antiguo como la narrativa misma, pues incluso en su forma oral todas las culturas humanas de antiguo han echado mano de esta especie de masoquismo que es el cuento de miedo, al que volvemos una y otra vez, como si la vida diaria no tuviera suficiente zozobra e inquietud.
El libro que he escogido en esta oportunidad es "Danza Macabra" (Danse Macabre) del autor norteamericano Stephen King, también habitual de este blog. No siendo académico literario, el autor es (qué duda cabe) experto en la materia desde el punto de vista creativo, especialmente en la ficción literaria. El libro fue escrito a partir de apuntes para un curso universitario dictado por King en la década de 1970, pero el escritor se explayará lo suyo a partir de ahí, acrecentado lo investigado con sus vivencias (personales y profesionales) en torno al tema, ya sea en la literatura como en otros medios.
Comenzará el autor por explicarnos su motivación para escribir esta obra, con algunas de las claves que el autor entiende que llevan al aficionado (lector o espectador en general) a disfrutar (es un decir) del género. King hace de entrada una taxonomía del horror, graduándolo según estilo o pericia del autor:
- Primero y por encima de todo está el terror, la emoción o estado psicológico más elemental y que el autor procura como fruto dilecto de su obra: un estado de tensión previo que debe mantenerse todo lo razonablemente posible.
- Luego está el horror, esa sorpresa al final del terror.
- Al final de la escala está el asco, un reflejo visceral y truco barato a fin de cuentas.
En las cándidas palabras del autor:
Reconozco el terror como la principal emoción, así que trato de aterrorizar al lector. Pero si me parece que no puedo aterrorizarle, voy a intentar horrorizarle, y si veo que no puedo horrorizarle, intentaré asquearle. No estoy orgulloso.
A continuación y hurgando en la historia reciente de la literatura, King discutirá sobre tres obras que considera capitales o fundacionales para el horror, especialmente por los tópicos y arquetipos de personajes que éstas suponen para el horror en la literatura y luego en otros medios: "Frankenstein" de Mary Shelley, "Drácula" de Bram Stoker y "El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde" de Robert Louis Stevenson; todos verdaderos clásicos de la literatura victoriana y cada uno carta mayor de lo que King denomina el tarot del horror. En efecto, a poco indagar se encuentra uno con elementos tan antiguos como la xenofobia, los tabúes sexuales o los ideales inspirados en Apolo (el hombre-dios) o Dioniso (el hombre-animal); cada uno de ellos con sus propias pulsiones o motivaciones en la sique humana.
Después hará un interludio autobiográfico, comentando sobre su infancia, precaria en lo económico y casi sin recuerdos de un padre que les abandonó cuando el tenía apenas 2 años. Las vivencias con su hermano mayor y sus parientes configuran un pequeño mundo, real e imaginario, que acrecentarán en el autor el gusto por las historias. Culmina este recuerdo con el hallazgo de algunos libros de su padre, única herencia que dará pleno provecho en el futuro de King, especialmente a partir del impacto que en él producirá una antología de H. P. Lovecraft, otro gigante seminal del horror literario y que abrirá al autor las puertas de lo que en definitiva sería su profesión.
Continuando con la evolución del género, estamos en los días de la radio, en los que el impacto de la narración oral y la forzosa necesidad de estimular la imaginación (en ausencia de lo visual) harán crecer el género y su penetración en la cultura de mediados del siglo XX.
Llegamos así al cine, que King revisará con gusto, recorriendo lo bueno y lo malo de la producción fílmica desde los años 50 hasta los años 80, cuando la edición original de este libro: el autor rescata en efecto las películas malas que sin embargo algo tienen que decir y que a la larga contribuyen, desde abajo y a su manera, al corpus del género. Como suele ocurrir, los temas de las producciones suelen reflejar los intereses y las preocupaciones de cada década... pero en el caso del horror el cine nos informa además de nuestros temores: los miedos y las pesadillas de una sociedad que trasciende (y a veces ignora) al individuo.
Cumplida la revisión del cine, le toca el turno a la televisión, repasando varias series norteamericanas clásicas, todas con sus más y menos; no tanto por las limitaciones técnicas del medio como por la falta de calidad en los guiones, comprometida como está la televisión con sus auspiciadores: se trata de un medio con fines publicitarios primero, comerciales segundo y con resultados de entretenimiento, estéticos o artísticos más por casualidad que de intento, especialmente dados los estándares de lo que se puede o no mostrar cuando no hay derechamente censura. Pocas cosas buenas tiene el autor que decir de "La teta de vidrio”, según la bautizó Harlan Ellison.
Casi hacia el final del libro se completa el círculo y King revisa nuevamente la literatura de horror, abordando obras significativas y de data más reciente, las que pese a su novedad ya han dejado huella en la cultura popular y creado escuela, que no es poco.
Por último, la lectura se cierra con la sutil danza entre la ficción y la realidad: hasta qué punto el horror (en cualesquiera de sus medios) puede ser considerado una influencia válida o incluso excusa para los actos detestables del ser humano.
Aquellos familiarizados con la obra de Stephen King no se sorprenderán de leer una obra escrita en tono liviano, con una prosa a ratos desenfadada o deslenguada, cuando no irónica o mordaz, siempre evitando la retórica estéril ("mierda académica" en sus palabras), con un tono llano y falto de toda pedantería.
Es por ende una lectura interesante, absorbente y muy entretenida a pesar de lo escabroso del tema tratado. Pronto comienza uno a compartir la ¿mórbida? fascinación del autor, máxime cuando las virtudes (y debilidades) del género son tan correctamente expuestas por alguien que se sumerge a menudo en ello por trabajo.
Si usted lee este tipo de literatura, dese el gusto de conocer este libro para empaparse y mejor conocer y disfrutar de lo bueno, lo excelso y de la deliciosa seducción de lo horrible, fruto dilecto del horror, en cualesquiera de sus medios.
Ahora bien, si usted no conoce o piensa que no le gusta el género, dele una oportunidad: coja el libro, recorra la galería oscura, abra la puerta ajada al final del pasillo en tinieblas y disfrute con los escalofríos por venir...