He comenzado a usar este blog para exponer mis ideas y experiencias sobre el proceso creativo, cosa que en efecto merece una reflexión o dos, especialmente cuando uno está titubeando con alguna obra en ciernes o en proceso de ser creada.
Saliendo, pues, de la serie de artículos dedicados a la difusión de la actividad y noticias de la escena de la ficción interactiva, intentaré a continuación esbozar algunas ideas que vengo rumiando hace algunos meses sobre un tema siempre espinudo y delicado, cuando no ingrato por escazo: la inspiración creativa.
En el primer artículo de mi serie sobre el proceso creativo, yo planteaba la idea de que prácticamente todo podía ser una fuente válida de inspiración y, de aquello, ciertamente no había que despreciar las experiencias personales o la así llamada "vida real": uso este término para diferenciar nuestras vivencias cotidiandas (o no tanto) de los lances creativos o recreativos que surgen de la imaginación, los sueños, etc.
Quien esto escribe ha echado mano de aquello al menos en tres oportunidades, con distintos grados de éxito o provecho desde el punto de vista creativo:
- La primera vez fue para crear "El Protector", en el que usé mi experiencia más bien ardua para llegar a la paternidad, volcando en ese relato un sinfín de reflexiones, algunas felices y otras no, acerca del deseo de tener hijos y tratar de quererlos y criarlos. La obra resultante fue en verdad mi primer trabajo de relato interactivo o aventura con más literatura que sólo puzzles y determinó un estilo de creación aventurera que hasta el momento me ha caracterizado y que por el que habitualmente se me reconoce.
- Después, decidí plasmar mis experiencias laborales y profesionales en el mundo corporativo y de consultoría, produciendo primero "Goteras" como intento inicial y luego su secuela "Macetas", en la que ahondaba aun más en esa reflexión del mundo del trabajo, produciendo a la postre el trabajo más largo que he programado a la fecha. Ambos relatos tuvieron buena acogida y me permitieron sentir que, temas técnicos aparte, podía ya crear ficción interactiva con alguna soltura.
- Finalmente, en "Encierro" usé mi experiencia con el confinamiento durante la pandemia para crear el núcleo del relato, asumiendo en la narración las zozobras de ese aciago período. Como ya he comentado en otra parte, es el relato más psicológicamente denso que he creado, especialmente por los múltiples ánimos que refleja, algunos de los cuales este autor (y cuantos vivimos la pandemia, seguro) tuvo que sobrellevar durante el aislamiento sanitario. Por lo mismo, ¡qué se le va a hacer! puede que no llegue a ser una obra demasiado popular, acaso por lo que evoque para quienes tengan un recuerdo no demasiado grato de aquellas vivencias.
Es posible intuir un componente catártico en estos trabajos y sería más bien iluso el negarlo; si bien siempre fueron escritos bastante después de los hechos que los inspiraron y por lo tanto tenían una distancia emocional razonable, nunca existió un completo desapego al respecto o nunca hubiera querido crear estos relatos.
Y es que el tiempo transcurrido entre la vivencia y el impulso creativo es, para mí al menos, un factor no menor.
En efecto, hace algunos meses comencé a trabajar en la idea argumental para un nuevo trabajo. Empecé a desarrollarla, llegando a estar a punto de programarla / escribirla: tenía ya creada la historia, identificadas las localidades, los puzzles, los objetos, el árbol de decisiones y posibilidades narrativas...
...hasta que caí en cuenta que me estaba inspirando en mi experiencia y dificultades laborales actuales y no de la mejor manera, emocionalmente hablando. Iba a crear una ficción interactiva con mucha presión de tiempo, con frustración y molestias, lo que no habría sino agravado ese ánimo en el trabajo, para no hablar del efecto que tendría en la prosa y tono de la literatura, la dificultad de los puzzles, etc.
Se argumentará que no siempre es malo escribir "en caliente", pero la vida me ha enseñado que para mí sencillamente no es una buena idea. Como todos, tengo mis defectos y cuando me expreso desde el enojo, no suele ser grato para nadie: ciertamente para mí no lo es.
De los malos ratos también se aprende y el tiempo permite madurar esas experiencias o mejor entenderlas, al menos. Ignoro si esto me hace o no un mejor autor, pero de momento aún quiero disfrutar mientras estoy creando un relato interactivo y quisiera que mis lectores también pudieran hacerlo con la obra publicada.
El proyecto de esta inspiración quedará, de momento, archivado hasta que la ocasión de acometerlo sea (nunca mejor dicho) feliz.
Concluyo aquí esta reflexión sobre el uso de la experiencia personal como fuente de inspiración e invito a quienes quieran hacerlo a dejarme sus propias ideas al respecto en los comentarios de este artículo.
¡Hasta pronto!