En esta ocasión, y saliéndome
por segunda vez de la (ejem) línea editorial habitual, voy a comentar el cómic "
Los muertos vivientes" ("
The Walking Dead") que he comenzado a leer.
La premisa del relato es sencilla: se produce una
pandemia de
zombis y los que aun no lo son deben tratar de sobrevivir como sea, sin contar con la infraestructura civilizada que rápidamente se cae a pedazos.
La verdad, más allá de la temática de zombis, que ya he tocado
alguna vez en este blog, lo que me atrajo de esta serie fue el concepto de (con perdón, je) descomposición social que aborda. Si bien esto es típico de los relatos
postapocalípticos, la perspectiva es personal, como en la ya revisada "
La carretera" (
The Road) de
Cormac McCarthy, y a diferencia de aquella, asistimos al "proceso" desde su inicio.
Cuesta no sentir simpatía (y algo de rechazo) por estos pobres personajes que se aferran a su propia supervivencia, sacrificando el tejido de la sociedad hebra por hebra y, de paso, erosionando su humanidad que (suprema ironía) es lo único que mantiene cohesionado a un grupo y permite la resistencia organizada.
Esta es de hecho una de las claves de la serie: el concepto de
grupo, nosotros v/s ellos, que de los zombis pasa rápidamente a incluir todo obstáculo contra la propia supervivencia... incluyendo otros seres humanos con escalas de valores similares o más depredadoras aún, si cabe... y en la serie aquello se demuestra hasta el asco.
Un asco que nada tiene que ver con la podredumbre y lo muertos vivientes, sino con las gentes que, no estando muertas de cuerpo, inexorablemente llegan a estarlo de espíritu.
Y pronto el paisaje se llena de muertos vivientes... y de los zombis que los acechan.
Lectura muy recomendable,
sobre todo para los que creen que las cosas no pueden empeorar después de un desastre...