No puedo soportar el cine en blanco y negro... ni las fotografías de ese tipo, ya que estamos. Me enferman.
Las veo y sólo puedo pensar en la muerte, omnipresente, inescapable y caprichosa como el clima.
Todo empezó hace unos diez años. Iba yo por la calle ocupado en mis asuntos cuando noté algo raro: al lado mío caminaba una persona que
no tenía colores, como si fuera un recorte en blanco y negro de la realidad.
Estupefacto, me miré las manos, la ropa, el resto de las cosas al rededor... y todo seguía como siempre, con sus colores más o menos deslavados o brillantes.
Excepto ese peatón anónimo.
Me quedé helado, mirándolo alejarse hasta el cruce de peatones, dónde fue atropellado en ese momento junto a tres personas más.
Al acercarme con otros curiosos, pude ver que las personas heridas se habían vuelto grises
también.
Y me desmayé.
Me desperté en el hospital... y desde entonces he procurado nunca más pisar una institución en que se trate a enfermos, a los que por cierto visito muy poco.
Fue horrible.
Las paredes blancas del hospital servían de marco perfecto para personas en camillas, gente que entraba a paso lento o que, horror de horrores, salían con una sonrisa en los labios del lugar.
Todos grises.
Me levanté de la camilla en que me habían dejado, esquivé a dos enfermeras (una estaba gris) y salí corriendo de ahí.
Desde entonces, he ido afinando las "limitaciones" de este "don".
Debo estar presente, al lado del "gris": no funciona con la tele, el cine, las fotos o Internet; tampoco con larga vistas o telescopios (tuve un periodo bastante obsesivo, vaya).
El "aviso" es variable, pueden ser días o minutos; no importa si a la persona no la conozco ni de broma o si es (era...) mi amigo de toda la vida.
Ni qué decir tiene que en general evito las aglomeraciones y he acomodado mi trabajo (y mi vida, qué diablos) para evitar mucho el contacto humano...
...pero, como ya dije, la muerte es
omnipresente, inescapable y caprichosa como el clima.
A los parques ya ni me asomo. Los niños...
Voy camino de mi trabajo, caminando como de costumbre sin mirar a nadie, cuando de pronto todos se han vuelto grises.
Absolutamente todos.
Me miro en una vitrina y sí, yo también me he vuelto gris.
¡El cielo, de la nada, se ha
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Este cuento se hizo a partir de un sueño muy especial, de una persona muy especial...