La acción se situa en un futuro más bien cercano, en que la humanidad está empezando a construir estructuras algo más ambiciosas que la Estación Espacial Internacional.
Como es de esperar, las corporaciones a cargo de los proyectos de construcción están por maximizar los beneficios, minimizando los costos... o las pérdidas; por ende, no se puede hacer el trabajo con astronautas costosamente calificados, así que los trabajadores son obreros comunes y corrientes. Claro está que se les da algo de entrenamiento para sus labores en el espacio y operan maquinaria más bien sofisticada, pero se trata de personas comunes y corrientes, sometidas a presiones extraordinarias.
La construcción es dirigida con mano de hierro por personal militar y si bien los trabajadores cuentan con algo de apoyo médico y psicológico, el entorno (laboral y físico) es hostil, desgastador y a ratos aterrador.
La obra avanza; con algunos accidentes, ninguno catastrófico (para el proyecto) lo que mantiene la ilusión en los encargados de que todo ha de terminar en plazo y sin problemas. Pero la realidad es que, como en una olla a presión, la acumulación de las dificultades del trabajo, las exigentes condiciones laborales y el escazo descanso y poca recuperación de los obreros han de tener consecuencias.
Después de todo, se trata de personas comunes y corrientes, operando maquinaria más bien sofisticada, en un ambiente tan hostil como puede serlo el espacio.
Cuando leí esta novela quedé hondamente impresionado con la habilidad del autor para deshacerse de todos los adornos y parafernalias con que suele revestirse la ciencia ficción, que rara vez se hace cargo de la realidad humana de los personajes que "transitan" por estos relatos. Quienes hayan tenido la oportunidad de trabajar en una obra de construcción, en un pique minero o en un proyecto de ingeniería civil no tardarán en recordar que de lejos todos esos emprendimientos se ven fascinantes e interesantes...
...hasta que le toca a uno encargarse de una labor concreta, con dificultades y hasta peligros de por medio, amén de plazos, metas y objetivos con los que hay que cumplir si uno quiere seguir ganándose el pan en ese sitio, que de eso se trata a fin de cuentas. Si la instalación es remota, agréguese a eso la soledad, el desarraigo, la nostalgia y otras presiones psicológicas y emocionales que contribuyen al cansancio y al desgaste del trabajador.
Todo eso está perfectamente retratado en esta novela, en la que el autor incorpora algo que la mayor parte del tiempo no forma parte del ambiente laboral: el temor y el esfuerzo por seguir respirando y no morir congelado en el vacío. Esa sensación de precariedad y de permanente amenaza es uno de los aspectos más logrados de este relato.
Así sería, en suma, el trabajo en el espacio: precariedad, temor y la soledad como sólo puede vivirse en la órbita terrestre, a miles de kilómetros de todo y de todos.
Todo ello me inspiró a intentar plasmar esas sensaciones en dos relatos interactivos: "Goteras" y su secuela "Macetas", que conservaban algunos de los elementos aquí ya descritos. Como la novela reseñada, se trata de ficción, claro está.
La realidad, por supuesto, es que todos días millones de personas trabajan aquí, en la Tierra, en mil y un trabajos desarrollados en ambientes hostiles cuando no remotos, lejos del consuelo y descanso del hogar, la familia y los amigos.
Vaya pues, en este día primero de mayo, mi saludo a todos los trabajadores: los de antes, los de hoy y los que, seguro, vendrán mañana... aquí en la Tierra o donde sea que haya que trabajar para comer.