Una de las últimas novelas que reseñé el 2007, en los comienzos de este blog, fue "Shogun" de James Clavell, lectura que dejó en mi una profunda y aun no del todo resuelta afición por la cultura japonesa.
Más de quince años después, las vueltas de la vida me han llevado a leer una suerte de continuación de aquel relato, también histórico amen de ficticio, que ahora paso a comentar.
Se trata del libro "El samurái de Sevilla" del autor John. J. Healey, en el que se narra el en verdad histórico viaje de Hasekura Tsunenaga, que lideró una misión comercial y diplómatica de Japón a España entre los años 1613 y 1620, precisamente a partir del punto en que finaliza "Shogún".
La narración, sin embargo, se centrará en las vivencias de uno de los miembros del séquito de Hasekura: Shiro, un samurái bastardo pero de linaje elevado, cuyos mesurados, prudentes y cuidadosos pasos se mezclarán de diversas maneras con las vidas de varios personajes de tierras españolas, reales y ficticios.
A través de los ojos de Shiro viviremos el choque de dos culturas más bien opuestas. Experimentaremos pues la maravilla, el pasmo y al cabo la repulsa y hasta el asco del protagonista al tratar de conciliar las obligaciones de su misión diplómatica con las maneras y usos de los a ratos "bárbaros" españoles de la época, frente a la sutileza y la contención de un samurái, fruto de la cultura japonesa en general y del bushido en particular.
Sin embargo, Shiro abraza la experencia, disfrutando o sufriendo plenamente de su periplo: jamás perdiendo su identidad nipona pero dejándose permear sin embargo por todos los lances que le ofrece su estadía en España, país que, como Japón, es un lugar hermoso a la par que peligroso, con sus propias normas y claves de comportamiento, en los que la clase social, la religión y el poder guían y tuercen los destinos de las gentes, un destino o karma del que Shiro tampoco podrá escapar...
Quienes hayan leído "Shogún" disfrutarán de esta novela sin experimentar nada ni remotamente parecido a la reiteración, ya que los personajes y las vivencias serán del todo distintas a las del relato de Clavell. Sin embargo, hay mucho de reflejo, simetría y hasta complemento en ambas historias: aquí, el extranjero es un japonés y lo exótico es lo occidental, un mundo ibérico familiar al lector pero que se presenta como nuevo, curioso o acaso risible al enfrentarlo con la perspectiva de Shiro.
Por otra parte, la narración, aunque correctamente ambientada, no es en verdad un tour de force de la cultura española pues el propósito del libro no es llevar al lector a la España histórica (cosa que igualmente consigue) sino cambiar su enfoque y mirada, para vernos y descubrirnos en los ojos de un extraño al que todo ello le dejará, felizmente o no, una profunda huella.
Como una vez más le ocurrió a quien esto escribe, por cierto.
No siendo verdaderamente un relato de aventuras, es una narración que se lee ágilmente y con gusto, sin deseo de que termine pronto aunque con satisfacción al concluir, por poco japoneses que sean tales conceptos, vaya.
Lectura sumamente recomendable para quienes gustan del relato histórico y sienten, como yo, fascinación por el ethos japonés, un modo de vida que este libro permite abordar con calma aunque no sin algo de pena: es un relato más bien realista y la vida, ya se sabe, no siempre es color de rosa...
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