Parece un olvido más bien curioso, pero el hecho es que, siendo este un blog dedicado en buena medida a la lectura (interactiva o no) nunca me he referido aquí al acto de leer propiamente tal.
Es este un asunto no menor, ya que la manera en que se lee incide en una proporción importante en cómo asumimos una obra, en forma a veces hasta independiente de la calidad de la literatura de lo que se lee. Seguro al lector del blog algunas de estas refexiones le harán sentido... y otras le llevarán a preguntarse qué es lo que pasaba por mi cabeza cuando escribí esto.
Inicio entonces con este artículo una breve serie sobre la lectura y cómo ella cambia o se hace más o menos disfrutable para quien esto escribe, según cómo se aborda dicha lectura.
Y para empezar, qué mejor que partir por el tema crucial de el lenguaje en que está escrito lo que vamos a leer.
Para nadie que haya leído algunas de mis reseñas literarias será sorpresa el enterarse de que suelo alternar la lectura de literatura escrita en español con obras creadas en inglés. Claro está que, fuera del inglés, sólo leo en español, sea una obra original o traducida: mi educación tiene sus límites... y tanto más el tiempo del que dispongo para aprender otros idiomas.
Dicho eso, mis motivos para leer literatura written in english son variados pero el principal es que, salvo en el caso de obras muy antiguas, en general las traducciones del inglés al español hacen flaco favor a la obra original, especialmente si ésta incluye términos cuya traducción es poco feliz cuando no imposible.
Caso emblemático son las obras de J. R. R. Tolkien o de Frank Herbert, por poner ejemplos conocidos: sus libros están rebosantes de palabras nuevas o inventadas; vocablos que llevados al español quedan más o menos disminuidos de su significado cuando no mutilados en su sonido, pues en efecto las palabras y de hecho el sonido de los lenguajes tienen su propia "lectura mental" asociada al delicado tema de los fonemas. En poesía o canto épico, esta cuestión es de hecho insalvable... para las pocas veces, en mi caso, que he leído ese tipo de literatura.
Traducciones aparte, está el aspecto de la conexión emocional con lo leído. Si bien mi dominio de la lengua inglesa es razonable, la verdad es que no soy de una cultura anglosajona y esto tiene mucho que ver en cómo siento lo que leo.
Hay tópicos o asuntos más bien universales o (por el contrario) tan ajenos a nuestra experiencia actual que su lectura, si la literatura es buena, producirá en mi un grado suficiente de involucramiento y de emotividad, independiente de si lo que leo está en español o no.
Por otra parte, existen algunos temas relativos a la historia y a las costumbres que, cuanto más modernos o más cercanos a mi propia cultura, tienen mayor sentido y mejor experiencia si los leo en español... y por lo mismo otros asuntos, de otros tiempos y otras gentes que no eran hispanos o latinos no tendrán necesariamente el mismo eco en mí.
Si el lector, tras leer este post, quiere ahora revisar las reseñas literarias a la fecha publicadas en este blog, seguro se llevará alguna sorpresa al intuir porqué escogí esas obras (y no otras similares) para comentarlas en estas páginas...
Finaliza así esta primera entrada de esta serie. En el próximo artículo me referiré a los distintos idiomas o dialectos del español y el efecto que ello tiene en la lectura.
¡Hasta la próxima!
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