Continuando con esta serie sobre la lectura, en este artículo trataré de los dialectos o variantes del español que uno encuentra en literatura y cómo afectan la experiencia de leer.
Comenzaré aclarando que cuando digo "español" uso la palabra que la mayoría toma para (polémicas aparte) referir al idioma español castellano; no aludiré aquí a alguna de las otras cuatro lenguas que se hablan en España y que ciertamente son idiomas españoles.
Dicho esto, creo que el español y sus variantes merecen un comentario aparte en esto de la lectura, especialmente dado que me considero una persona hispano hablante y "sospecho" que la mayoría de mis lectores probablemente también lo sean.
Sobre este particular, Wikipedia puntualiza lo siguiente:
Es la segunda lengua más hablada del mundo por el número de hablantes nativos (475 millones aproximadamente) tras el chino mandarín, y la tercera lengua tras el inglés y chino mandarín como lengua extranjera. Unos 496,6 millones de personas lo hablan como primera o segunda lengua con dominio nativo, alcanzando los 595,9 millones al incluir a los hablantes con competencia limitada, entre los que hay 23,7 millones de estudiantes. Así pues, puede ser considerado el tercer idioma en comunicación internacional tras el inglés y el francés.
Así, decir que "no somos nada" o algún comentario soso al uso sería, además de falso, totalmente incorrecto: afirmar en cambio que "el español pesa lo suyo" sería una forma breve pero mucho más correcta y contundente de referir a todo lo que significa la cita de texto más arriba; en lo que ocupa a esta serie, el volumen literario disponible resulta a veces abrumador, tanto en obras traducidas como en "originales en español". Así, el lector de lengua castellana no está nunca falto de material para leer... ¿en español?
Pues no exactamente.
Revisemos que habitualmente las obras de ensayo o las obras traducidas al español suelen estar escritas en algo conocido como español neutro o internacional: una versión (digamos) mundial de nuestra lengua, apta para su consumo y entendimiento en cualquier parte donde se hable y se lea español...
...y cuya lectura puede ser todo lo interesante o sosa que el autor (o traductor) quiera o pueda conseguir. Yo mismo, tanto en la mayoría de mi obra interactiva como en este blog, tiendo a escribir en esta forma (con perdón) deslavada del español y si lo hago con mayor o menor gracia ya queda a juicio del lector.
¿Es esta modalidad genérica del español una mala lengua para lectura? Para nada: si el autor sabe escribir y sabe sobre lo que escribe puede comunicar y emocionar sin ninguna dificultad, llegando a un público tan amplio como lectores interesados en lectura en español existan: y no somos pocos, oiga.
El único problema es que al escribir de esta guisa, el autor proveniente de una cultura hispana deja muda una parte muy importante de lo que lo hace único y diferente a otras tantas personas que comparten el oficio de crear literatura en nuestra lengua: está, por así decirlo, normalizado a una forma estandarizada de comunicación y su lectura puede que no sufra con ello, pero tampoco se enriquece con las mil y una aportaciones y (seamos justos) distorsiones que tanto colorean y dan gracia a la forma local que tenemos todos, según dónde estemos, de hablar y escribir en nuestro español.
La literatura escrita según los dialectos locales del español es una fuente de conocimiento fascinante y absolutamente imprescindible a la hora de acercarse a una cultura ajena a la propia, más si cabe entre los que hablamos esta lengua.
En mi caso particular, cuando leo algo escrito por un chileno y en chileno llego a un grado de comprensión e involucramiento con lo leido mucho más rápido, pues se trata de una lectura cercana, en un lenguaje familiar y hasta doméstico. Cuando el tema narrado me es personalmente más conocido, el provecho y el goce es tanto mayor.
Como ejemplo de todo esto, hace poco reseñé una novela creada por un compatriota: una historia de misterio ambientada en la Roma de Nerón. Tratándose de una narración de época, estaba escrita en una prosa ausente de todo localismo de mi país: un relato muy interesante y hasta absorbente, por cierto, pero que podría haber sido de autoría de un escritor de cualquier nacionalidad: el origen del autor y su cultura nativa estaban completamente ausentes de la novela... cosa acertada dados el lugar y el tiempo de los hechos.
Por otra parte, estos días estoy leyendo novelas de misterio policiaco de otro autor nacional: éstas están ambientadas en mi ciudad y en tiempos más recientes, con una prosa que aprovecha nuestro particular léxico santiaguino, amén de algunos modismos no del todo anacrónicos, pues los hechos relatados son de hace ya casi medio siglo. Ladrillazo personal por el paso del tiempo aparte, estoy disfrutando no poco con la historia y los personajes, pues todo ello resuena en mí con mayor fuerza que algo ocurrido en, bueno, otro continente y hace casi dos mil años, aunque... bueno, ya les contaré más en una futura reseña.
Ahrora bien, cuando estoy leyendo algo escrito en otra variante del español, dejo atrás casi todo lo familiar y lo conocido y, a cambio, disfruto no poco con la maravilla y a veces el enredo de tratar de entender y hasta ver con otros ojos lo que ocurre a mi alrededor, asimilando y siendo asimilado, según se prolongue la lectura, a una forma de vivir y entender la realidad que es a la vez familiar y extraña, conocida pero nueva, similar pero distinta.
Cito como ejemplo de esto otra reseña de un trabajo de ensayo biográfico escrito por un músico argentino, cuya voz personal, llena de giros y retruecos, está siempre presente en la prosa, describiendo realidades más cercanas en el tiempo y la distancia que, digamos, Roma imperial: se trata sin embargo de hechos vivenciales, que resultan más asimilables al estar mediados por la fascinación que se revela en el proceso vital y creativo de algo que creía conocer (música popular) en oposición a realidades del todo ajenas para mí: la vida y el trabajo de un artista.
El provecho y el goce que estas lecturas me proporcionan, escritas en un lenguaje que es propio y a la vez ajeno, están fuera de toda proporción con lo breve de la experiencia o de lo trascendente (o no) del tema tratado.
Concluye así el segundo artículo de esta serie. En el próximo episodio abordaré el curioso tema de la tipografía y las preferencias que quien esto escribe a desarrollado al respecto.
¡Nos vemos!
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